Desde Clean Cities Spain comenzamos una serie de entrevistas a activistas por la movilidad sostenible, personas que solían hacer uso del coche «para todo» y que a día de hoy son verdaderos ejemplos de cómo la apuesta por la movilidad sostenible trae claras mejoras en todos los ámbitos de la vida. Hoy conocemos al activista por la movilidad Marcos Martínez Euklidiadas.
Háblame de tu papel actual como activista por la movilidad sostenible: ¿a qué te dedicas? ¿Cuándo empezó? ¿Cuál es el objetivo principal de su campaña? ¿Cuántas personas están involucradas en su campaña? ¿Qué actividades realiza?
La primera vez que me llamaron activista ni siquiera había contemplado la posibilidad de serlo. No era una etiqueta con la que sentirme identificado. Mi único objetivo durante los últimos años ha sido dar información tan objetiva como fuera posible sobre aspectos técnicos de la forma en que organizamos los asentamientos humanos, pero de manera que sea comprensible para cualquiera; así como usar esa información como palanca de cambio a modelos menos insostenibles, menos desiguales o menos caros.
Probablemente la campaña más conocida haya sido #RecuperarLaCiudad , una batería de acciones viables para casi toda la población a través de las cuales pueden decantar la balanza hacia la recuperación del espacio urbano para las personas. Está orientada a personas que ya son conscientes y sensibles de los problemas derivados de la pasividad con la que nos resignamos al ordenamiento territorial por parte de ciertos intereses.
Aquel proyecto, que cristalizó en una guía de código abierto de más de 80 páginas, se logró gracias a la participación de una treintena de personas en un chat de Telegram. Hablar es un acto revolucionario, no hay que perder de vista el papel de tratar estos temas en público, ni perder oportunidad para relacionarlos con los problemas de la gente.
Cuénteme sobre su vida «antes» cuando usaba un automóvil. ¿Por qué usaba un automóvil? ¿Lo usaste para el trabajo/para llevar a los niños a la escuela? ¿Todos los días? ¿Cómo te sentiste cuando estabas en el auto? ¿Fue divertido o agradable conducir todos los días?
Aunque a menudo me señalan de «anti-coche» soy ingeniero mecánico y conducir me apasiona. Lo considero particularmente divertido, disfruto bastante. Aunque durante bastante tiempo fui adicto a la quema de combustible. Cuando disponía de un coche prestado por la familia, lo usaba para prácticamente todo, aunque mi movilidad ha sido predominantemente en transporte público incluso con la universidad y la pareja en otra ciudad. Me resultaba más conveniente.
¿Qué te hizo cambiar de opinión acerca de usar un automóvil todo el tiempo?
El cambio de mentalidad siguió a dejar de conducir, y no al revés. Por motivos personales relacionados con la presencialidad en el sector de la ingeniería, di el salto al teletrabajo en redacción hacia 2015. Empecé a vivir en un ámbito más local, y es en ese escenario en el que echando la vista atrás te planteas lo absurdo de usar tan mal una herramienta tan útil como el coche.
La distancia y la perspectiva ayudan mucho, pero en mi caso el conocimiento (o la falta de ignorancia) fue clave. Mi segundo gran pilar fue leer sobre urbanismo, movilidad, energía, costes, sostenibilidad, externalidades, uso del espacio público, etc. Principalmente de fuentes primarias como estudios científicos. Estos no son precisamente accesibles, por lo que pasé a ‘traducirlos’ en redes sociales a un lenguaje que cualquiera pudiese entender.
¿Cuáles son los mayores desafíos para persuadir a otras personas para que cambien su comportamiento?
La conveniencia de uso, con frecuencia basada en privilegios o la despreocupación por las externalidades, es muy importante. La gente usa lo que es fácil usar, de ahí que de tanto la matraca sobre la necesidad de cambio en la infraestructura. Si uno quiere peatones y bicis necesita aceras y carriles bici protegidos. Sin esto, será inviable.
Por otro lado también hay mucha inercia basada en hábitos que no analizamos (consumo no consciente), inversiones pasadas como la compra de un vehículo que uno trata de rentabilizar tanto como puede y, según donde se viva, incluso falta de alternativas viables. Este debate debe tener claro a qué tipo de municipio se dirige, para no errar el tiro o generar desapego, y considerar que hay quien no puede cambiar de sistema incluso si quisiese. Cuando hay alternativa, no hay excusa.
¿Cómo es tu vida ahora que no usas coche, respecto a antes?
Ahorro muchísimo dinero al año. Una estimación personal ronda los 2000 euros netos respecto de alguien que posea un turismo de gama media. Así que tengo que trabajar menos horas como autónomo para mantener mi nivel de vida anterior, unas 32 semanales. También recupero más tiempo cuando me desplazo ‘lejos’ porque en el transporte público aprovecho para leer, y esto es algo que obviamente no podía hacer al volante. Pero probablemente donde más se nota es en la salud, porque camino el doble o el triple. No importa desde dónde lo mire, dejar el coche ha supuesto ventajas en todos los ámbitos de mi vida.
¿Cuál es su visión del futuro para la movilidad?
Me ha pasado cinco años estudiando estos temas casi en exclusiva, y absolutamente todos los informes gubernamentales, artículos científicos y metaestudios, o reportajes basados en datos, apuntan al mismo hecho incuestionable: la mejor opción de movilidad y aquella a la que se debería dar más peso es la movilidad activa. Caminar e ir en bici, principalmente.
Cuando por cuestiones de distancia no sea viable, la mejor alternativa es la bicicleta eléctrica, la movilidad pública masiva (a ser posible electrificada y en ferroviario) y el compartir vehículo privado como último recurso.
Por desgracia, y aunque muchos municipios están tomando ya medidas, hay demasiada inercia hacia el urbanismo disperso, con el coste largoplacista que eso tiene. Un barrio construido hoy para el automóvil condenará a varias generaciones a la dependencia total del mismo. Podríamos tardar décadas en revertir la tendencia, y más de un siglo en corregirla hacia algo menos insostenible.