Existe una abundante evidencia científica que subraya la necesidad urgente de mejorar la calidad del aire en nuestras ciudades. Cada año, aproximadamente 7 millones de muertes prematuras cada año están relacionadas con la contaminación atmosférica. De estas, más de medio millón ocurren en la región Europea; una población equivalente a la de la ciudad de Málaga.
Los impactos en salud de respirar aire contaminado son muchos y muy variados, y no afectan a todas las personas por igual. ¿Qué respiramos en las ciudades? ¿Cómo nos afecta? ¿Qué umbrales podemos establecer que podamos considerar “seguros”? De todo ello hablamos de la mano de expertos en la materia.
Un contaminante es cualquier sustancia presente en el aire ambiente que pueda tener efectos nocivos para la salud humana o el medio ambiente.
¿Qué contaminantes encontramos típicamente en nuestras ciudades? Queda mucho por estudiar, pero entre los más conocidos por sus efectos nocivos sobre la salud se encuentran las partículas en suspensión (PM), óxidos de nitrógeno (NOx), ozono (O3), dióxido de azufre (SO2), monóxido de carbono, benzo(a)pireno, benceno, etc.
Si tomamos como referencia los niveles propuestos por las guías de la OMS de 2021, el 96% de la población europea supera los niveles de PM2,5 (según datos de 2022).
¿Cómo afecta esta exposición al aire contaminado a la salud? Los efectos sobre la salud más estudiados y cuantificados son los que afectan a los sistemas respiratorio y cardiovascular. No obstante, también hay otros muchos efectos sobre la salud para los que la evidencia está menos consolidada y cuantificada; entre ellos la diabetes, la obesidad, el envejecimiento de la piel, un mayor riesgo de preeclampsia o parto prematuro, o efectos sobre la salud mental y el desarrollo cognitivo.
Hay periodos en la vida en los que somos más susceptibles a los impactos de una mala calidad del aire. Destaca el periodo de gestación y la infancia, cuando el desarrollo es tan grande que cualquier exposición negativa en este periodo puede tener consecuencias a muy largo plazo. Pero también influyen variables socioeconómicas, así como enfermedades de base o un mayor grado de fragilidad y susceptibilidad en la edad avanzada.
Estos impactos van más allá del aumento del riesgo de mortalidad; implican años de enfermedad y pérdida de calidad de vida, así como importantes costes económicos asociados.
Ioar Rivas (CSIC) aborda todos estos temas sobre impactos en salud de una mala calidad del aire en su ponencia, que puedes visualizar a continuación:
Ioar Rivas
Científica Titular, IDAEA-CSIC
La OMS publicó las primeras directrices sobre la calidad del aire para Europa de 1987. Desde entonces, se han ido actualizando a medida que los impactos en la salud se iban reconociendo. Tal y como explica Román Pérez Velasco (OMS Europa), las Directrices de 2021 de la OMS son la principal referencia de estándares de calidad del aire basados en la salud. Los niveles son aplicables a espacios tanto interiores como exteriores (no así en entornos ocupacionales). Se desarrollaron mediante un exigente proceso de revisión sistemática de la evidencia (recopilando y revisando más de 500 artículos científicos), evaluación de la certeza de las pruebas, y posterior formulación de recomendaciones siguiendo protocolos comunes.
La nueva Directiva toma los niveles de las Directrices de la OMS de 2021 como punto de referencia al que “aproximarse” para determinar los nuevos valores límite y objetivos, así como para algunos de los nuevos requerimientos de monitorización.
Visualiza la ponencia completa a continuación:
Román Pérez Velasco
Responsable Técnico, Medio Ambiente y Salud, OMS/Europa
El tráfico motorizado es una fuente muy importante de contaminantes en las ciudades, tal y como explica detalladamente Francisco Sánchez Soberón (ISCIII). El vehículo motorizado genera óxido de nitrógeno (NOx), partículas en suspensión (PM), compuestos orgánicos volátiles (COVs), así como calor y vibraciones (ruido). También genera dióxido de carbono (CO2) y vapor de agua, que por su efecto calentador de la atmósfera contribuyen al cambio climático.
Los gases y el calor residual de los coches podrían estar detrás de los “picos” del efecto isla de calor que algunos estudios han detectado en los días laborables (en comparación con los “valles” que se detectan en los fines de semana). Y los vehículos eléctricos, aunque más eficientes energéticamente, no evitan las emisiones de partículas “non-exhaust” procedentes del desgaste de los neumáticos y frenos por la fricción y el rozamiento.
Visualiza la ponencia completa a continuación:
Francisco Sánchez Soberón
Científico Titular, Laboratorio Nacional de Referencia en Calidad del Aire, Centro Nacional de Sanidad Ambiental (ISCIII))
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